El libro es un compilación pinturas y dibujos sobre telas, a manera de viñetas que describen la historia de la creación y la destrucción de un mundo establecido. Una narración dividida en tres grandes momentos: La primera parte enseña la aparición de un “administrador/a”, que nace del rayo, el polvo o el vacío mismo. La segunda parte muestra a los seres vivos desarrollándose: la fauna, la flora y los elementos que determinan su contexto. La tercera parte es la manifestación del ser racional, la creación de las estructuras sociales y organizacionales y su posterior destrucción. El gusano de tierra es una metáfora a la naturaleza del relato, asociando a este pequeño animal primordial con un infinito ciclo vital.
Manuel Hernández Ruiz despliega en este libro un mundo de fuerzas primarias que se expresan violentamente: fuegos, oraciones, paredes, árboles y, de nuevo, fuegos. Uno abre este libro tan colorido y siente las llamaradas salir, consumirnos las pestañas y las cejas, quemarnos las pupilas para luego acomodarse adentro nuestro en una estructura defensiva precaria, un refugio temporal, consciente de su insuficiencia, pero desafiante; un campamento nocturno levantado para defenderse de los demonios y monstruos indescriptibles que son los verdaderos dueños del mundo.
Hay una consciencia en las imágenes a veces manchosas, a veces más ordenadas, de las presencias misteriosas e inexplicables que palpitan en la oscuridad, su gozo, agresividad y poder, y también las posibilidades que tenemos de sobrevivir en ese entorno agreste e inhóspito gracias a nuestro ingenio, nuestras plegarias, nuestra rabia y nuestra fuerza.
In this book, Manuel Hernández Ruiz unfolds a world of primal forces violently expressed: fires, prayers, walls, trees and, again, fires. One opens this book brimming with colors and feels the flames come out, consuming our eyelashes and eyebrows, burning our pupils and then settling inside us in a precarious defensive structure, a temporary refuge, aware of its insufficiency, but defiant; a night camp erected to defend against the demons and unspeakable monsters that are the true masters of the world.
There is an awareness in the sometimes smudged, sometimes tidier images, of the mysterious and inexplicable presences that throb in the darkness, their joy, aggression and power, and also the possibilities we have of surviving in that wild and inhospitable environment thanks to our wits, our prayers, our rage and our strength.
Manuel Kalmanovitz G.
